Cuando un cuentista escribe con lápiz le pueden pasar cosas muy extrañas. Que la goma, por ejemplo, le juegue una mala pasada y empiece a borrar lo que no debe; o que el propio lápiz se ponga a pelear con la goma. Y si en el conflicto ambos peleadores se mezlan con los otros objetos que hay sobre el escritorio, las cosas se complican aún más. Finalmente, todo lo que el escritor tiene en su lugar de trabajo adquirirá vida y terminará irrumpiendo en su día a día.
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