Gustavo es un niño valiente y alegre como todos los demás. Un día, sus padres se fueron de vacaciones y su tía Milagros fue a su casa a cuidar de él mientras sus padres viajaban. La tía Milagros era una de esas mujeres a las que les gustan los niños bien regordetes y como Gustavo no lo era, le ponía en la mesa platos rebosantes de comida. Gustavo nunca conseguía acabárselos y su tía pensó que sería buena idea asustarle para que así comiera más.